Adentrándome en lo que para mí significa la fotografía y tratando de ver qué fotógrafos me gustan y cuáles no tanto, me di cuenta que como todo arte la apreciación es subjetiva. Creo que no hay fotografías buenas, ni malas, simplemente hay emociones que se plasman desde un punto de vista propio y que para una persona puede despertar o no una empatía con el fotógrafo.
Cuando hago fotos no trato de ser la mejor fotógrafa, ni que mi foto sea la ganadora de un premio máximo, simplemente trato de plasmar en ella lo que yo estoy sintiendo en ese momento; es por esto que me gusta pensar que el arte es para todos, en él no hay competencia hay emociones suficientes para abarcar todo tipo de perfiles e ideas.
La realidad y la preferencia dependen del observador, es casi imposible que un observador pueda captar la realidad de la foto porque depende de muchos factores; el estado emocional en que se encuentra, el lugar desde donde la está viendo, el tiempo que está viviendo, etc. La interpretación al apreciar una foto es totalmente subjetiva y válida a cualquier sentimiento, sensación y emoción. Una fotografía no debe hacerte sentir una sensación en específico, simplemente debe despertar en ti una emoción, ahí es cuando el verdadero objetivo del arte se ha cumplido, el cual es transmitir emociones buenas o malas, pero al final es despertar un sentir.
La única manera de ver una fotografía real es desde el silencio, sin mente, sin prejuicios, sin argumentos, sin lógica y sin cuestionamientos; dejando los sentimientos fluir y escuchando desde su propia interpretación.
Cuando intento captar el alma de los animales, la realidad es que se capta la vida, que a final de cuentas es la misma vida en todos. Si mi intención es capturar el alma y la maravilla de la naturaleza debo hacerlo desde mi admiración y silencio, para que de esta forma la conexión pueda ser verdadera, ya que si empiezo a buscar que el observador capte lo que yo capto, entonces mi arte ya está sesgada porque ya se ha involucrado la mente, porque ya busca un interés particular y la magia de la fotografía se pierde, ya que ésta como mencioné anteriormente no busca hacer sentir una sensación particular, sino simplemente despertar sentimientos.
La belleza de las cosas está en su naturaleza misma, en su libertad de expresión, en los pequeños instantes que ocurren del milagro de la vida, no en su necesidad de forzar y ser algo que no es. Si un colibrí vuela, es porque así es su naturaleza, él no lo hace pretendiendo ser bello para mí y para que mi fotografía transmita eso, él simplemente es bello porque está siendo él en su naturaleza y en su realidad sin expectativas, ni prejuicios, sin querer pretender.
La única manera de captar la esencia es alejando y despejando a la mente, sin buscar una lógica en donde no la hay, porque así es el arte sin lógica, sin fórmulas, ni reglas, simplemente es natural, como el nombre de mi primera entrada ‘una imagen vale más que mil palabras’, el arte no necesita ser descrito, con verse puede decir mucho más, no necesita palabras para fortalecerse, no habla ningún idioma o lenguaje.